La también académica de la Facultad de Educación UC, analiza el caso ocurrido en Ñuble, donde un estudiante con TEA agredió a su profesora, y advierte que sin equipos profesionales, trabajo con las familias y una transformación estructural de las escuelas, la inclusión seguirá siendo una promesa incumplida.

“Profesora agredida”, “Ataque a profesora”, “Está en la UCI”, “Intento de homicidio”. Así han titulado estas últimas semanas distintos medios de comunicación una situación que no es nueva pero que no deja de sorprender.

El lunes 17 de marzo en un liceo de Trehuaco, Región de Ñuble, un estudiante de 14 años, diagnosticado con Trastorno de Espectro Autista (TEA), golpeó a su profesora en la cabeza con un escobillón generándole una fractura en el cráneo. La docente fue sometida a una intervención quirúrgica y actualmente se mantiene consciente, con buena evolución neurológica afortunadamente.

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El caso no ha dejado a nadie indiferente, donde las críticas han ido desde la falta de protocolos en las escuelas para estos casos, hasta la Ley de Inclusión aprobada en 2015 con el objetivo de revisar la pertinencia de mantener a los niños TEA en establecimientos neurotípicos.

La Superintendencia de Educación recibió el año pasado 282 denuncias por situaciones de maltrato hacia docentes, asistentes y directivos, perpetradas por estudiantes, apoderados y otros trabajadores.

En el caso puntual de agresiones de estudiantes a docentes, las denuncias fueron 91 a nivel nacional, un 38% más que en 2023, cuando se anotaron 66 casos.

Sin embargo, el caso de Ñuble tiene el componente que el estudiante está diagnosticado con TEA, lo que complejiza analizar la situación de es una sola perspectiva.

Conversamos con Patricia Guerrero, académica de la Facultad de Educación UC e investigadora asociada de CEPPE UC, para analizar esta problemática y lo que ocurre en las escuelas del país.

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¿Se puede prever algo como lo que ocurrió en Ñuble?

PG: Difícil saberlo porque para eso hay que revisar una serie de factores que, en este caso puntual, desconocemos. Sin embargo, hay que partir diciendo que las escuelas no cuentan con el personal suficiente que se haga cargo de situaciones como esta. Puede sonar muy obvio lo que digo, pero en este escenario, cuando a la escuela llega un niño TEA o con cualquier diagnóstico, lo primero es trabajar directa y muy cercanamente con la familia. No tenemos que tomar el diagnóstico como una información más, como una etiqueta más, y trabajar desde ahí. Lo que se necesita es recabar la información suficiente sobre cómo una persona con ese diagnóstico se comporta, las cosas que necesita, qué cosas le cuestan, qué cosas no les cuestan, etcétera, de tal manera de contar con la mayor cantidad de información.

¿Quién hace este trabajo? Puede ser la encargada del Programa de Inclusión Escolar o la profesora jefa, quienes además tienen que estar muy atentas al caso y entender muy bien las necesidades del niño. Todo esto que menciono es en el mundo ideal, porque no tenemos la cantidad de profesionales, no tenemos equipos para hacer efectiva este tipo de contención.

 

Se habló mucho de la falta de capacitación de la profesora o la comunidad para enfrentar este caso

PG: El problema es que no basta con eso. No basta con la capacitación de los profesores. Hay que hacer un trabajo muchísimo más intensivo, sobre todo en marzo, cuando los niños se están integrando al colegio nuevamente. Y ahí el trabajo con la familia es clave, y las familias que tienen niños neurodivergentes saben cómo son sus hijos, saben sus dificultades y quieren ayudarlos. Entonces tiene que haber un compromiso, que no es legal, que la ley no te obliga, pero si es un compromiso de construir comunidad. Y cuando hablo de construir comunidad me refiero a que no solo se debe trabajar con el niño o niña diagnosticado, se debe trabajar con todo el curso, con sus compañeros y además se debe trabajar con las familias de esos otros niños. Las familias y los niños tienen que entender que tienen un compañero nuevo con ciertas dificultades en algunas cosas, pero ciertas fortalezas en otras, y que entonces van a tener que entre todos construir un aula inclusiva. En el fondo, tienes que hablar con toda la escuela. Pero insisto, mientras no estén los recursos económicos y humanos, sumados a una mirada integral de la inclusión, no podemos avanzar.  

 

Todo esto parece chocar con otra realidad que es la carga horaria de profesores. ¿Cómo se compatibiliza?

PG: Este es un trabajo que, en cierta medida, es poco lujoso. Es una tarea más que tiene que asumir un profesor que ya tiene una carga horaria en términos de planificación, en términos de horas aula y que además tiene que estar enfrentando estas aulas diversas donde muchas veces no cuentan con las herramientas ni con nada. Entonces, en ese sentido, siento que el profesor queda un poco desprotegido de todo esto. Piensa además que tienes 45 alumnos por sala.

Con 45 no puedes hacerte cargo de la individualidad. Se necesitarían tener 25 niños, eso es lo primero. Y, aun así, también es difícil encontrarse con todos esos niños, trabajar la individualidad. En una experiencia exitosa de integración la diversidad se construye en conjunto, con profesionales fuera de la sala, equipos, gente que trabaja con la familia, que trabaja con los pares, que exista un rediseño pedagógico, etcétera. Es decir, es una transformación de la escuela a todo nivel.

 

¿El programa PIE entonces, es insuficiente?

PG: No es suficiente, porque los equipos PIE además de estar en aula tienen mucho trabajo administrativo y con ese trabajo administrativo no están alcanzando las horas. Entonces, o les sacan el trabajo administrativo y los dejan 100% en aula y ahí ellos tal vez podrían hacer un trabajo en cada aula más preciso, más adecuado. Como mencionaba, no basta con capacitación, no se puede. Necesitamos capacitación y más profesionales ayudando a la escuela. En ningún caso sería una solución volver un poco a tener como esta división de colegios para niños neurodivergentes versus colegios para niños neurotípicos, como existía antes. No es el camino tampoco.

Al parecer, por lo que describe, es probable que este tipo de situaciones, como la de Ñuble, se repita en el futuro

 

 

PG: El problema es que no están las condiciones para que la inclusión no dependa de individualidades. No existe un diseño de esta situación, de la forma de enseñanza. Más allá de la Ley de Inclusión y de la Ley TEA, lo que tenemos es un sistema ezquizofrénico . Por un lado, está la exigencia de los resultados. Mejoren, mejoren, suban el SIMCE. Pero por otro, nos están diciendo, incluyan, incluyan, incluyan. Hacer ambas cosas bien y al mismo tiempo es excesivamente complicado y contradictorio. Todo el mundo quiere excelencia académica, a esa fracción donde siempre hay que estar subiendo, donde todos apuntan y donde hay que llegar rápido. Pero la inclusión, es que todos vamos a ir a un ritmo normal ni siquiera más lento, pero no de presión, porque tenemos que caminar todos juntos. Y hay uno que va a tener que caminar más lento, otro que va a tener que caminar más rápido, pero en esa caminata vamos a ir aprendiendo. Pero es muy difícil en el contexto actual.

 

¿Hay experiencias internacionales que hayan funcionado?

PG: En algunos lugares se ha implementado dentro de la misma escuela una sala especial, de educación especial. Entonces, los niños van tres horas con sus compañeros y después terminan la clase en el aula especial. Pero claro, son salas con cuatro profesoras para 10 alumnos, con equipos multidisciplinarios y donde la socialización de estos espacios es fundamental para que dicha sala no sea estigmatizada por el resto de la comunidad. Este tipo de escuelas mixtas podría ser un buen camino intermedio, pero mientras no tengas los equipos, la socialización y el compromiso de toda una comunidad educativa en pos de la inclusión, no vamos a avanzar. Porque cuando la comunidad educativa acoge a un niño neurodivergente o está obligada a hacerlo, es la comunidad completa la que cambia, no solo un curso en particular.

 

¿Cómo entonces podemos avanzar en prevención, contención o mejoras al sistema actual que presenta casos de violencia no solo con niños neurodivergentes, sino que también con neurotípicos?

PG: Esto va a seguir ocurriendo, quisiéramos que no, pero va a seguir ocurriendo. Lo importante es ir haciendo ajustes y modificaciones a las legislaciones y que dicho trabajo se haga con todos los involucrados. No solo desde quienes hacen las leyes. Hay que ir a preguntarle los profesores, a los técnicos, a las comunidades donde han tenido prácticas efectivas en torno a la inclusión. Hay que preguntarles a las familias a todo el mundo. Si no lo hacemos participativamente no lo vamos a hacer bien.